El Cuestionado y Olvidado Sí y No
El ser humano vive tiempos difíciles al intentar trazar su camino bajo su propia escala de valores.
Hay una tendencia que ha permeado el quehacer humano: El relativismo. Esta forma de ver y vivir la vida, induce y obliga a aceptar la opinión de las mayorías o las minorías, o pena de ser calificados como “intolerantes”
El relativismo y la intolerancia se perciben como uno solo, pero en realidad no es así, son dos conceptos diferentes. Se puede ser tolerante sin ser relativista. Este relativismo promueve lo que en refranero costarricense se diría así: “Todo depende del cristal con que se mire”
Aplicando esta visión a los hogares y los centros educativos, se provoca una total ambigüedad en la escala de valores con que se forma una familia y se cría a los hijos. En los centros educativos se lidia con la incapacidad para formar en disciplina (parte vital de la inteligencia emocional), pues los docentes deben luchar contra la oposición del padre y su misma naturaleza, pues ambos, docentes y padres, ya ostentan consecuencias de la crianza en esta forma de vivir.
Expresiones y creencias tales como: “No puedo discriminar los amigos de mis hijos”, “Toda la culpa es mía”, “Está muy niño para asumir responsabilidades”, “No se debe preocupar por nada, No quiero arruinar su niñez”, “Para no ser radical evito el sí o el no”, “No quiero violentar sus derechos”, “No lo comprendo”, etc. Todos estos miedos destruyen el eje vital que forma la juventud.
Muchos han sido creados con un rotundo sí o un rotundo no, eso permitió la formación de una escala de valores propia, individual o familiar, que a la postre vendría a enriquecer la diversidad humana y le daría una identidad única a cada individuo.
Esta escala de valores fundamentaba la toma de decisiones de nuestros jóvenes y la capacidad de decir sí o no, ante propuestas de cualquier índole, o la búsqueda del mejor porvenir para sí mismos.
La ausencia de responsabilidades, el desconocimiento de los esfuerzos parentales, los miedos de los padres, el uso excesivo de los derechos, con el menoscabo de los deberes la consecuencia de un sí o un no, la incapacidad de los adultos a aceptar su labor como guías y limitantes del accionar de los jóvenes, enferman nuestra juventud. Entonces, como consecuencia, ellos abandonan las aulas, esperan ser mantenidos como una obligación, no agradecen, no respetan, no admiran el esfuerzo humano, no vislumbran trascender, se tornan conformistas y poco visionarios para ver las consecuencias de sus acciones pero lo que es más grave, de todo ello, es el desprecio tonto por lo más importante que poseen: sus vidas.
Nunca como hoy se debe retornar al sí y al no, en forma racional pero firme y sin miedos y a la unión permanente de derechos y deberes en nuestra juventud, si se quiere marcar un cambio.
Hijos y padres deben saber que tolerar y aceptar no son sinónimos. Tolerancia significa el respeto a ideas, creencias, valores y formas de vida de todos con quienes convivimos, pero no está amarrado a la aceptación. Cada individuo tiene el deber y derecho de vivir bajo sus creencias, ideas, escala de valores y forma de vida personal.
La individualidad emocional no puede caer bajo la sombra de la colectividad.
La masificación es una pandemia que se reproduce sin contexto de provocación. Los medios de comunicación la transmiten, y sin una escala de valores personal, nos volvemos incapaces de evaluar lo que vemos y oímos, y sin cuestionamientos, transmitimos sin racionalización, todo ello, a nuestros congéneres e hijos.
Hoy es indispensable volver al sí y al no, sin dudas, con decisión y sin miedos, para poder salvar a nuestros hijos, cumplir con nuestra labor de padres y preservar una civilización cuyas metas siempre busquen a través de la correcta individualidad, el bien común.
Autora:
Jennifer Miranda Fonseca
Directora:
Fray Felipe Bilingual School